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Estamos ante un nuevo año y como cada inicio del mismo seguramente tuvimos la oportunidad de celebrarlo mientras definíamos qué queremos conseguir en este nuevo comienzo; hablamos de nuestras metas, de nuestros sueños por cumplir, de esos propósitos que aunque nos topemos con que algunos son los mismos que deseábamos conseguir el año anterior, en muchas ocasiones no nos detenemos a pensar en porqué no los cumplimos.

Por eso, reparemos un momento en ello… ¿Tú cumpliste tus propósitos durante el 2013? Si no, ¿Por qué no los cumpliste? ¿Qué te faltó para lograrlo? Había un joven que solía quejarse constantemente de no conseguir sus propósitos, quería perder peso y tener un cuerpo atlético pero, su mamá cocinaba cosas que siempre eran una tentación para él, además se tenía que levantar demasiado temprano o dormirse demasiado tarde si quería ir al gimnasio, así que decidió que ese propósito, por ahora, era imposible. Aunque tenía un buen puesto quería uno más alto, pero decía que no podía aspirar a él porque sus papás no tuvieron los recursos económicos para terminar de pagarle su maestría, motivo por el cual tuvo que suspenderla años atrás. Quería salir de viaje, conocer nuevos lugares, pero no tenía el dinero suficiente y es que “¡Nunca se tiene el dinero suficiente para todo lo que uno quiere!”, replicaba con evidente disgusto. Quería aprender otro idioma, pero “¿A qué horas?” , se preguntaba. Quería contribuir de alguna forma a la conservación del planeta, pero no tenía tiempo ni conocía ninguna institución a la cual se pudiera afiliar. Y como si se tratase de una novela de mal gusto y por si todo esto fuera poco, aún no formaba su propia familia, cosa que él anhelaba pero no tenía novia desde hace años y él ya rondaba en los 40, pero cómo iba a tener una relación seria si él era tan penoso, sentía muchísima vergüenza al estar frente a una chica; había una en su oficina con quien el agrado era mutuo, un día ella lo invitó a salir, él se había negado y es que no estuvo en sus manos…pensaba que no tenía ropa adecuada para ponerse en una cita formal, además esa noche él estaba agotado como para manejar ¡Ella vivía taaan lejos!.

Tal vez nos sintamos identificados con algunas de las cosas que le suceden a él, por lo cual es momento de ver qué es lo que nos está pasando, siempre habrá obstáculos que vencer en el camino, o bueno, eso dependerá de cómo lo queramos ver, ya lo dice una antigua reflexión:

“El distraído, tropezó con ella

El violento, la usó como proyectil

El emprendedor, construyó con ella

El caminante cansado, la usó como asiento

Para los niños, fue un juguete

Drummond, hizo poesía con ella

David mató a Goliat

Miguel Ángel extrajo, de ella, la más bella escultura

Y en todos los casos la diferencia no estaba en la piedra, sino en el hombre”

Te compartimos ahora un cuento de la autoría de Jorge Bucay, esperando que este 2014 cumplas tus propósitos, mantengas una actitud muy positiva, seas constante y disciplinado y por su puesto, ¡Disfrutes siempre tu recorrido en este viaje por la vida!

OBSTÁCULOS

“Voy andando por un sendero.  Dejo que mis pies me lleven, mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras, en el horizonte aparece la silueta de una ciudad agudizo la mirada para distinguirla bien, siento que la ciudad me atrae.

Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo, todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad; lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos. Me imagino que todo eso está en esa ciudad, sin dudar, empiezo a caminar hacia ella, a poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa, sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino, al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso, temo, dudo.

¡Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente! De todas maneras decido saltar la zanja, retrocedo, tomo impulso y salto, consigo pasarla; me repongo y sigo caminando.

Unos metros más adelante, aparece otra zanja, vuelvo a tomar carrera y también la salto, corro hacia la ciudad; el camino parece despejado pero me sorprende un abismo que detiene mi camino; me detengo, imposible saltarlo; veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas, me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos, pienso en renunciar, pero miro la meta que deseo y resisto. Empiezo a construir el puente mientras pasan horas, o días, quizás meses. El puente está hecho, emocionado, lo cruzo, y al llegar al otro lado descubro el muro, un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños.

Me siento abatido, entonces busco la manera de esquivarlo ¡No hay caso! Debo escalarlo ¡La ciudad está tan cerca! No dejaré que el muro impida mi paso. Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire, de pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera, me sonríe con complicidad.

Me recuerda a mí mismo cuando era niño, quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja:

-´¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?´

El niño se encoge de hombros y me contesta:

-´¿Por qué me lo preguntas a mí? Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras…los obstáculos los trajiste tú´.”

Departamento de Psicología CIC

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