CIC.MX» Saltillo » ¿Cómo ayudo a una persona con depresión? Lo que SÍ se puede hacer y lo que NO se debe de hacer
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La depresión es un padecimiento que requiere especial atención y para quien se encuentra en este estado, lo más importante es que solicite ayuda profesionaluna valoración médica y psicológica que le ayude a determinar y sobrellevar la situación.

Durante las últimas semanas hemos atendido a una gran cantidad de personas que solicitan apoyo psicológico debido a que se sienten decaídos o les han diagnosticado depresión, es por eso que decidimos compartirles algunas recomendaciones que pueden ser de utilidad a familiares y amigos de una persona en este estado:

-Evita frases como “ánimo, ya cambia esa cara triste”  La depresión provoca una alteración del estado de ánimo de forma que no se tienen ganas de nada, se está triste la mayor parte del tiempo, por lo que puede sonar antipático o agresivo  el recibir comentarios de ese tipo.

-Intenta no decirle que no tiene motivos para estar así,  que piense en sus hijos, pareja, padres, etc. Quizás la persona esté consciente de que los demás sufren por ella y que no hay motivos objetivos para sentirse así, por lo cual hacer estos comentarios pueden hacerle sentir culpable o responsable de lo que experimenta.

-Evita también  frases como “todo está en tu cabeza” “échale ganas” La depresión es una enfermedad muy real que no basta con proponerse estar bien y adoptar una actitud positiva, quienes la padecen requieren de ayuda psicológica y farmacológica para aprender a sobrellevar la situación.

-No te enfades o te alteres con la persona. Tal vez hay momentos en que sientes que no puedes hacer nada pues pareciera que la persona no te entiende o no quiere ayudarse a sí misma para salir adelante; conserva la calma, si sientes que vas a explotar o a decir algún comentario inapropiado, opta mejor por disculparte y abandonar el lugar en ese momento.

-Evita obligarlo a realizar ciertas actividades. Lo mejor es hacer sugerencias, forzarlo puede aumentar su agobio ya que en esos momentos la persona deprimida ve todo de manera negativa, no encuentra placer en las actividades y le es difícil intentar hacer cambios.

-Evita juzgarlo o ridiculizarlo. Frases como “lo que pasa es que no tienes nada más en qué pensar, no tienes mejores ocupaciones” subestiman la realidad del afectado y pueden  hacerle sentir enfadado consigo mismo y a la defensiva con los demás

Una persona con depresión, en muchas ocasiones, lo que necesita simplemente es que estés ahí, a su lado, aunque sea en silencio. Es mucho mejor escuchar y dar palabras de ánimo como“aunque ahora no tienes fuerzas y lo ves todo negativo, verás que con la ayuda profesional y la de todos los que te queremos, mejorarás”. Un simple abrazo, tomarle una mano o decirle “te quiero”, en ocasiones son más útiles que palabras, consejos o regaños. Tú puedes darle lo que los terapeutas no pueden: cariño.  La siguiente historia de Jorge Bucay, puede serles útil para compartir con quien se encuentra en dicha situación:

El Rey Ciclotímico 

Había una vez un rey muy poderoso que reinaba un país muy lejano. Era un buen rey. Pero el monarca tenía un problema: era un rey con dos personalidades.

Había días en que se levantaba exultante, eufórico, feliz. Ya desde la mañana, esos días aparecían como maravillosos. Los jardines de su palacio le parecían más bellos. Sus sirvientes, por algún extraño fenómeno, eran amables y eficientes esas mañanas. En el desayuno confirmaba que se fabricaban en su reino las mejores harinas y se cosechaban los mejores frutos.

Esos eran días en que el rey rebajaba los impuestos, repartía riquezas, concedía favores y legislaba por la paz y por el bienestar de los ancianos. Durante esos días, el rey accedía a todos los pedidos de sus súbditos y amigos. 

Sin embargo, había también otros días. Eran días negros. Desde la mañana se daba cuenta de que hubiera preferido dormir un rato más. Pero cuando lo notaba ya era tarde y el sueño lo había abandonado. Por mucho esfuerzo que hacía, no podía comprender por qué sus sirvientes estaban de tan mal humor y ni siquiera lo atendían bien. El sol le molestaba aún más que las lluvias. La comida estaba tibia y el café demasiado frío. La idea de recibir gente en su despacho le aumentaba su dolor de cabeza.

Durante esos días, el rey pensaba en los compromisos contraídos en otros tiempos y se asustaba pensando en cómo cumplirlos. Esos eran los días en que el rey aumentaba los impuestos, incautaba tierras, apresaba opositores… Temeroso del futuro y del presente, perseguido por los errores del pasado, en esos días legislaba contra su pueblo y su palabra más usada era “NO”. Consciente de los problemas que estos cambios de humor le ocasionaban, el rey llamó a todos los sabios, magos y asesores de su reino a una reunión.

—Señores –les dijo— todos ustedes saben acerca de mis variaciones de ánimo. Todos se han beneficiado de mis euforias y han padecido mis enojos. Pero el que más padece soy yo mismo, que cada día estoy deshaciendo lo que hice en otro tiempo, cuando veía las cosas de otra manera. Necesito de ustedes, señores, que trabajéis juntos para conseguir el remedio, sea brebaje o conjuro que me impida ser tan absurdamente optimista como para no ver los hechos y tan ridículamente pesimista como para oprimir y dañar a los que quiero. 

Los sabios aceptaron el reto y durante semanas trabajaron en el problema del rey. Sin embargo todas las alquimias, todos los hechizos y todas las hierbas no consiguieron encontrar la respuesta al asunto planteado. 

Entonces se presentaron ante el rey y le contaron su fracaso. Esa noche el rey lloró.

A la mañana siguiente, un extraño visitante le pidió audiencia.Era un misterioso hombre de tez oscura y raída túnica que alguna vez había sido blanca.

—Majestad –dijo el hombre con una reverencia—, del lugar de donde vengo se habla de tus males y de tu dolor. He venido a traerte el remedio. Y bajando la cabeza, acercó al rey una cajita de cuero.

El rey, entre sorprendido y esperanzado, la abrió y buscó dentro de la caja. Lo único que había era un anillo plateado.

—Gracias –dijo el rey entusiasmado— ¿es un anillo mágico?

—Por cierto lo es –respondió el viajero—, pero su magia no actúa sólo por llevarlo en tu dedo…

Todas las mañanas, apenas te levantes, deberás leer la inscripción que tiene el anillo. Y recordar esas palabras cada vez que veas el anillo en tu dedo. El rey tomó el anillo y leyó en voz alta:

“Debes saber que ESTO también pasará”.

Departamento de Psicología CIC

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