CIC.MX» Saltillo » Las profecías autocumplidas, trampas de las que hay que escapar
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Luego de muchas batallas que ella consideraba perdidas una joven mujer, profesionista y exitosa intentó quitarse la vida. Constantemente sentía que todo lo malo le pasaba a ella, que todos los días se habían vuelto pesados, sin sentido, todas las mañanas despertaba pensando en que le iría mal en el trabajo y al final del día así era. Mencionaba que sus amigos y familiares desde hace tiempo no la buscaban, sentía que se distanciaban de ella y en consecuencia actuaba a la defensiva rechazando cada nueva invitación (síndrome pre suicida), como era de esperarse perdían contacto y las reuniones con amigos se volvían más lejanas; su relación de pareja era complicada, pues afirmaba que su novio nunca podría entenderla del todo y que eso les ocasionaría problemas, por lo que generalmente siempre terminaban discutiendo por cualquier cosa, por todo esto la joven se sentía sola. Molesta con la vida, señalaba culpables y cómplices a todos los demás de su mala racha, de su mala suerte; terminaba suponiendo que no hay nada que hacer ni porqué luchar para seguir aquí y se guiaba por sus ideas, presentimientos y otras tantas por su intuición o su corazonada para tomar decisiones.

Apareció una idea suicida, el detonante fue que compitió contra un compañero de trabajo para un puesto del que estaba segura que le contratarían a ella por su experiencia laboral; luego de las entrevistas él dejó de ir al trabajo. En su oficina rápidamente se esparció el rumor de que lo habían contratado a él y no a ella, que él había empezado a laborar ya en aquél puesto al que ella tanto aspiraba y que él con su suerte de novato había alcanzado aún sin experiencia. Afortunadamente los psicólogos del CIC pudieron apoyarle y evitar que el acto suicida se llevara a cabo, siguió durante algún tiempo en tratamiento psicológico equiparado con el debido medicamento psiquiátrico, es importante mencionar que luego de varias sesiones pudo darse cuenta en qué medida ella contribuía en la creación de sus problemas, comprendió el papel que fungían sus ideas y presentimientos y logró después atacar esa inseguridad y temor que le impedía disfrutar de la vida y sentirse siempre lastimada y preocupada. Vale recalcar que aquel evento sucedió quizás porque ella atravesaba por un periodo difícil en su vida desde tiempo atrás y que ningún intento suicida es realizado bajo un acto impulsivo.

Para ejemplificar cómo nosotros mismos en ocasiones generamos nuestros problemas basados en ideas o presentimientos Gabriel García Márquez escribió la siguiente historia llamada la “Crisis Subprime”:

 

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:

-”No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo”.

Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:

-”Te apuesto un peso a que no la haces. Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla”.

Contesta:
-”Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo”.

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente.

Feliz con su peso, dice:
-”Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto”.
-”¿Y por qué es un tonto?”
-”¡Hombre! Porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo”.

Entonces le dice su madre: -”No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen”.

La pariente lo oye y va a comprar carne.
Ella le dice al carnicero: “Véndame una libra de carne” y en el momento que se la están cortando, agrega: “Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado”.

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: “Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas”.

Entonces la vieja responde: “Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras”.
Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor.

Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo.
Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre.

Alguien dice: “¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo? -¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor! (Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.).

Sin embargo -dice uno-, “a esta hora nunca ha hecho tanto calor”.
-”Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor”.
-”Sí, pero no tanto calor como ahora”.

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:

-”Hay un pajarito en la plaza”.

Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito. -”Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan”. -”Sí, pero nunca a esta hora”.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

-”Yo sí soy muy macho!!” -grita uno-. “Yo me voy”.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:

-”Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos!”.

Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:

-”Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa”

y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:

-”Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca…”.

En psicología esto se conoce como profecías  autocumplidas, son predicciones  falsas en su inicio, pero que sólo por el hecho de haberlas efectuado, nuestro comportamiento, muchas veces inconscientemente, se modifica e influye en los demás o en nosotros mismos y termina cumpliéndose. La pregunta que queda en el aire es ¿Qué tanto permites que este tipo de ideas dirijan el ritmo de tu vida?

Departamento de Psicología

Te sugerimos consultar la tarjeta de síndrome pre suicida

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