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elefante pensando

 

Una de las principales reacciones de quien ha vivido un evento desagradable es la sensación de que dicho evento no ha terminado, es de alguna manera darle continuidad a la historia desde la imaginación, ideas como: “qué hubiera pasado si habría hecho otra cosa” “si esto hubiera acabado distinto” son pensamientos que sostienen la sensación de seguir viviendo la situación y por consecuencia seguir reaccionando a una amenaza que generalmente ya no existe.

Conocimos a una familia que sufrió el robo con violencia de su auto, lo que más dolor les provocaba eran las siguientes ideas: La madre de familia se preocupaba por el que hubiera pasado si los delincuentes se hubieran llevado a su hija, era algo insuperable para ella. El padre de familia se culpaba por no haber reaccionado de una manera distinta para proteger a su familia y colocarse en el lugar de culpable al permitir que esto hubiera sucedido; por su  parte la hija estaba martirizándose con la idea de por qué había elegido ese camino, ya que si hubiera tomado otro no les hubiera sucedido esto. Todas las ideas las colocan en el lugar de la culpa y de lo que ya pasó.
Alimentar esta amenaza es como poner obstáculos imaginarios que nos impiden pasar a la etapa de la recuperación, el aprendizaje y el crecimiento, es clavar las estacas como en el siguiente cuento de Jorge Bucay:

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe era también el animal preferido de otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un tamaño, un peso y una fuerza descomunales. Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y aunque la madera era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando era niño, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: “Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?”.
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo, me olvidé del misterio del elefante y la estaca…
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

“El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño”.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día y al otro…Hasta que un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa, porque, pobre, cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza”.

 

La pregunta es: ¿Cuáles estacas nos tienen girando en el mismo lugar y, hasta cuando tomaremos las medidas para liberarnos de ellas?

Departamento de Psicología CIC.

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