El CIC y los ciudadanos agradecemos a Miguel por su valentía al compartir su testimonio. Invitamos a toda la comunidad a seguir el ejemplo de Miguel y trabajar por una cultura de la legalidad, así como a unirse a la red de confianza 100% ciudadana y acudir al CIC en caso de requerir su apoyo.
TESTIMONIO
Mayo 2013
“Mi nombre es Miguel, soy una persona común y corriente dedicada a mi familia y a prestar mis servicios en una iglesia católica en el grupo de liturgia. Nunca había tenido una experiencia como la que a continuación relato y quiero agradecer al CIC por el desinteresado apoyo legal y psicológico que recibí para atender los efectos de esta experiencia.
El día 16 de marzo del año en curso, llegue a mi casa ubicada en el municipio de San Nicolás, alrededor de las 3:00 de la tarde. Esta casa la tengo semi amueblada y deshabitada, pues afortunadamente tengo otra donde habito con mi familia, por lo que regularmente voy a hacer labores de limpieza y cortar la hierba del patio y alrededores.
Al llegar no note nada extraño y empecé mi labor, pero después de haber juntado una buena cantidad de basura, me dirigí a una tienda de conveniencia aledaña para comprar una bolsa de plástico para la basura. Cuando venía de regreso a mi casa note en la ventana de la planta alta más luz de la que normalmente se ve, pues nunca dejo ventanas abiertas, por lo que se me hizo extraño e inmediatamente después de entrar me dirigí a la planta alta.
Al ir subiendo, note que la ventana que da al pasillo estaba abierta y no tenía la cortina en su lugar. Ahí empecé a sospechar que algo andaba mal. Termine de subir y encontré que en la regadera del baño estaba una silla con unos trapos tirados en el piso, y el lavabo estaba removido, afuera del baño.
Ya bastante alarmado, me dirigí a la recamara posterior donde encontré que también estaba abierta, y el lienzo que utilizaba como cortina estaba tirado en el piso y con manchas de sangre. Así mismo había otra especie de sabanas también con manchas de sangre. En el piso encontré también manchas de sangre, mechones de cabello y un cuchillo partido en dos. La cabecera de una cama, unos blocks de construcción, un colchón y la ventana que da al pasillo también presentaban manchas de sangre.
Después de observar todo lo anterior, me desconcerté sobremanera pues nunca había visto algo semejante y menos en mi casa. Cerré las ventana, las puertas y salí de la casa con mil pensamientos en la cabeza. Ninguno de ellos halagador y preguntándome ¿ahora qué hago?; si llamo a la policía, ¿qué les voy a decir?, ¿me van a creer que yo no hice nada?; ¿quién y por qué hizo todo eso?; si se requiere un abogado, ¿de dónde lo voy a sacar y con qué lo voy a pagar?…todos estos pensamientos son algo que creo que nunca voy a olvidar.
Al día siguiente y aún turbado por los acontecimientos, me presente en la tarde en la iglesia donde presto mis servicios en el grupo de liturgia. Al terminar la misa le pedí consejo al padre, quién me comento que existía un grupo de personas que podrían ayudarme.
A los pocos días, me presente con el padre, quien me comunicó por teléfono con uno de los licenciados del CIC, quien después de una corta plática me pidió que me presentara en las oficinas del centro a los 2 días.
Llegado el día me presente y después de narrarle a detalle los hechos antes descritos, me dijo que no me preocupara, pues ellos me iban a dar el apoyo necesario. Inmediatamente me turno con el coordinador del área de legal del CIC, a quién también le relate los pormenores de lo acontecido.
Como notaron mi nerviosismo y afectación psicológica me presentaron a uno de los psicólogos del CIC, quién platico conmigo logrando tranquilizarme. Logrando lo anterior, dos de los abogados del centro me acompañaron a hacer una denuncia de los hechos ante la autoridad respectiva.
Así lo hicieron, pues el día siguiente me acompañaron a las oficinas de la Procuraduría General de Justicia en el área de San Nicolás. Donde después de hacernos esperar algo así como una hora, finalmente me recibió una Licenciada a quien le relate lo sucedido, y quién me dijo que como no había robo en la intromisión a mi casa, no podía realizar la denuncia, que lo apropiado era que avisara a la policía para que tomaran nota de los hechos. Al salir de la oficina, les explique a los licenciados del CIC la situación y me dijeron que ellos se comunicarían conmigo al día siguiente.
Al día siguiente, alrededor de las 10 de la mañana los licenciados del CIC me llamaron para que me presentara en el lugar de los hechos, cosa que hice inmediatamente. Al llegar, ya estaban allí los licenciados del CIC, la policía ministerial y un agente del Ministerio Público. Una vez ahí, me pidieron autorización para entrar a la casa y constatar de los hechos. Al terminar de hacerlo, el agente llamó al personal de periciales para que vinieran a dar fé de lo encontrado.
Un rato después llego el jefe del departamento de la Agencia del Ministerio Público, quién me indicó que estaba a punto de solicitar una orden judicial para entrar en mi casa, pues no me habían podido localizar y que lo que había sucedido en mi casa era que una mujer había sido secuestrada y retenida ahí pero que afortunadamente esta había podido escaparse y pedir ayuda. Sin embargo era necesario que hiciera una declaración firmada de los hechos, para lo cual debería acompañarlo a otra de las oficinas de la agencia, lo cual hice, acompañado y asesorado en todo momento por los licenciados del CIC.
Una vez terminada y firmada mi declaración, me dijeron que me podía retirar y que yo ya no tenía ningún problema que resolver.
Con la tranquilidad de esas palabras, me despedí y agradecí a los licenciados del CIC su valiosísima ayuda y esa noche recupere el sueño tranquilo de quien nada debe.
Dos días después y por recomendación del psicólogo, me presente a terapia donde amablemente se me atendió.
Gracias a estas terapias he vuelto a ser el mismo de antes y solo me queda el recuerdo de aquel día en que me hice mil preguntas sin saber como responderlas. Por eso hago este escrito de enorme agradecimiento al CIC por la ayuda que desinteresadamente presta a gente como yo, que nada sabe de asuntos de criminales y mucho menos se ve afectado psicológicamente cuando se ve involuntariamente envuelto en ellos.
Mi más grande reconocimiento a la ayuda recibida por el padre de mi parroquia, por su sabio consejo y ponerme en contacto con el CIC. A los licenciados del CIC por aceptar mi caso, finas atenciones y constante y eficaz apoyo legal. Asimismo, mi más grande reconocimiento a los psicólogos del CIC por sus palabras iniciales que me abrieron una luz de esperanza y por sus atinadas terapias y consejos.
A todos ellos va nuevamente mi agradecimiento y el de mi familia por la valiosa ayuda, y espero que la sigan brindando. Que Dios los bendiga a todos”.
- Miguel