CIC.MX» Saltillo » El CIC apoya a Genaro – víctima de extorsión – y a su familia, brindándoles asesoría psicológica gratuita
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El CIC y los ciudadanos agradecemos a Genaro por su valentía al compartir su testimonio. Invitamos a toda la comunidad a unirse a la red de confianza 100% ciudadana y acudir al CIC en caso de requerir su apoyo.

 

TESTIMONIO

Enero 2013

 

“Esa mañana transcurría como cualquier otra, mi esposa y mi hija se dirigieron a su trabajo, yo a visitar un cliente de mi negocio y solo mi hijo de 13 años, que se encontraba de vacaciones, se quedó en la casa dormido.

 

El plan de mi hijo para ese día, era que un amigo pasaría a la casa por él para irse a pasar el día en el club, sin embargo como a las 9 de la mañana, su amigo llamó para disculparse y cancelo el plan. Mi hijo ya despierto, me llamo para avisarme del cambio de planes y que se quedaría en la casa, a lo que le contesté que en un plazo no mayor a una hora estaría de vuelta por la casa para programar actividades juntos.

 

A las 9:30 am salí de la oficina de mi cliente, iba rumbo al hospital para recoger unos análisis de mi esposa antes de regresar a mi casa, cuando recibí una llamada que cambió drásticamente no solo mis planes, sino mi vida entera.

 

Identificándose como miembro de un grupo armado, un sujeto de voz ronca, con palabras altisonantes y llamándome por mi nombre, me informo que tenían a mi hijo secuestrado; yo hice caso omiso a la llamada, pero me dirigí en forma por demás rápida a casa para verificar que todo estuviera bien.

 

En un lapso de 10 minutos que duró el trayecto a casa, recibí al menos 10 llamadas del mismo número telefónico, las cuales no contesté.

 

Al llegar a casa, lo primero que observé era la puerta abierta, subí las escaleras gritando el nombre de mi hijo sin recibir respuesta. Al abrir la puerta de su recámara, encontré su cama sin hacer, su laptop y la televisión encendida, pero nadie en casa.

 

Entré en pánico inmediatamente y una serie de suposiciones, todas ellas negativas, llegaron a mi mente. En ese instante sonó el teléfono y al contestar la misma voz, pero ahora más amenazante, me cuestiono sobre por qué no le había tomado las llamadas anteriores, reiterándome al mismo tiempo que tenía a mi hijo, que me iba a costar mucho dinero recuperarlo y sobre todo, que cada minuto que pasara las posibilidades de vida de él se reducirían, además de que sería sujeto a torturas por cada hora que yo dejara pasa sin pagar lo exigido.

 

A partir de ese momento, viví las 6 horas más estrujantes de mi vida, durante las cuales recibí al menos 50 llamadas de los “secuestradores” informándome, en forma explícita y cruel, las torturas y vejaciones que estaba recibiendo y recibiría mi hijo hasta que les pagara el último centavo exigido por ellos.

 

En la primera llamada, la exigencia fue de $25,000 MN, los cuales deberían ser depositados en una cuenta X en un banco X. Me daban 10 minutos para realizarla.

 

Mi esposa también recibió una llamada, ya que los tipos habían obtenido nuestros teléfonos de mi hijo. De forma desesperada y en medio del llanto, mi esposa me pidió que hiciera todo lo posible por recuperar a nuestro hijo en forma rápida.

 

En ese momento tomé una decisión, le pedí a mi esposa que apagara su teléfono y me dejara a mi hacer toda la negociación. Inmediatamente me dirigí al consultorio donde mi mujer trabaja para tratar de tranquilizarla y decirle que desde ahí haría las negociaciones, así ella estaría al tanto del desarrollo de las mismas.

 

Una hora después de la primer llamada, hice un depósito por $24,500 MN en la cuenta estipulada y fui a una tienda de conveniencia a comprar $500 pesos de tiempo aire para un teléfono con lada de Cd. Mante, Tamaulipas.

 

Al salir del banco, el delincuente me dijo que ese era sólo el primer pago y que tenía dos horas para hacer un segundo depósito, ahora de $150,000 MN; de lo contrario, de una forma muy grotesca, me enumero todas las torturas que le iban a hacer a mi hijo, cosas inenarrables para un servidor todo lo que se me “informó” que iban a hacer.

 

Lógicamente, al verme con el tiempo limitado para conseguir dicha cantidad y al imaginarme todo lo que estaba pasando Alex (nombre de mi hijo), mi cerebro se bloqueó. El camino del banco al consultorio estuvo lleno de lágrimas de desesperación, impotencia y dolor corriendo por mi rostro, sin que ningún transeúnte se preocupara por ello.

 

Al llegar al consultorio, la doctora responsable y amiga nuestra, al verme en el estado en el que me encontraba me sugirió llamarle a un abogado importante de la ciudad, paciente de ella, que tenía contactos fuertes para solucionar esta crisis de manera inmediata, a lo cual yo accedí.

 

Nuestra amiga se contactó con él y al cabo de 15 minutos teníamos en el consultorio a un agente ministerial del grupo antisecuestros, que estaba dispuesto a ayudarnos.

 

Al hacerme un par de preguntas referente a las llamadas del negociador, me sugirió les hiciera una pregunta con una supuesta enfermedad estomacal de mi hijo la cual era mentira, para ver la reacción del sujeto al teléfono cuando le preguntara.

 

Al momento de hacerle la pregunta sobre el estado de salud de Alex por su “supuesta” enfermedad, el individuo me contesto que le estaban dando medicamento. Su respuesta inventada, inmediatamente confirmó las sospechas del agente, se trataba de un: Secuestro Virtual.

 

En ese momento, se encontraban ya con nosotros al menos 15 amigos con quienes, a instrucciones expresas del agente, nos dividimos en grupos de búsqueda dirigiéndonos a la central de autobuses, plazas comerciales y zonas aledañas a mi domicilio. El agente y un servidor iniciamos una búsqueda en un radio de 5 km a la redonda de mi hogar, mientras en el trayecto recibí un par de llamadas cada vez más amenazantes.

 

Al término de la última llamada, no pude más y le pedí al agente que continuara con las negociaciones. El accedió, advirtiéndome que iba a escuchar conversaciones muy crudas, que me pedía disculpas de antemano pero que de esta forma se iba a acelerar la recuperación de mi hijo.

 

Después de escuchar al menos 5 llamadas entre ambos, donde se dijeron cosas impublicables, el agente me informo que ya iban a liberar a mi hijo, que no dejara de marcarle a su celular, porque en cualquier momento lo iban a desconectar y me podría comunicar.

 

El teléfono de Alex había estado ocupado durante todo el día, mediante esa vía tenían controlado a mi hijo y evitaban que regresara a casa o pudiera comunicarse con nosotros. Fueron precisamente los $500 pesos depositados al número de celular de Cd. Mante, los que permitieron mantener esa comunicación.

 

A las 3:30 pm, recibimos la última llamada y un minuto después el teléfono de mi hijo ya estaba desconectado. Esa era la señal de que los individuos ¡¡¡¡¡lo habían liberado!!!!!, 20 minutos después recibí un mensaje informándome que mi hijo estaba en casa con mucha hambre y sed, pero completamente sano e increíblemente, sin saber a ciencia cierta qué había sucedido durante todo ese día.

 

Al final de ese día, pensé que mi infierno había terminado….que equivocado estaba.

 

A partir de esa fecha, mis horas de sueño se redujeron alarmantemente, las pesadillas con referencia a ese día eran constantes, pánico, sensación de ser vigilado y una constante sensación de inseguridad, hicieron presa de mí. De ser una persona positiva, con una mentalidad abierta y con una reconocida frialdad para cerrar negociaciones, me convertí en un hombre temeroso, atacado por demonios interiores que no me dejaban en paz.

 

Empecé a temer hasta de mi propia sombra y sobre todo un sentimiento de fracaso, por no haber podido evitar la situación, se apoderó de mí. Desconfiado, nervioso, desprotegido, inseguro y sobre todo  un peso enorme por sentir que falle en mi obligación como protector, fueron mis demonios diarios.

 

A partir de ese evento tome acciones de seguridad, que hoy al revisarlas, me doy cuenta que fueron por mucho exageradas. Esta situación me llevo a dejar de ser padre para convertirme en policía, detective; la seguridad de mi familia se convirtió no en una responsabilidad sino una obsesión.

 

Deje mi círculo de amigos, subí de peso, retome el cigarro después de 15 años de abstinencia y convertí mi vida y la de mi familia, en un manual de seguridad y prevención. Deje de ser esposo, el diálogo con mi pareja se terminó, convirtiéndose en reglas que eran dictadas buscando la seguridad, en muchos casos extrema.

 

Lo más increíble de todo, era que a pesar de vivir con estos “demonios” que habían mermado mi confianza diariamente y que incluso en una ocasión me hicieron pensar, aún y por breves momentos, en terminar con mi vida para terminar con el “calvario”, nunca quise hablar con algún experto acerca de mi “nueva vida”. Yo pensaba que con platicar del tema a mis amigos y familia, me iba a liberar, pero me daba cuenta que no era así.

 

Una tarde en una tienda de conveniencia, me topé con un antiguo vecino con quien tenía una buena amistad, entre la plática tocamos el tema del secuestro y me recomendó acercarme al CIC, que atendía entre otras cosas, a personas con necesidad de asesoría psicológica. Decidí darme una oportunidad y contacte al día siguiente al CIC; acordamos tener una cita inicial en un par de días.

 

Honestamente, al sentarme la primer vez frente a la licenciada Mayra López ,un mar de dudas llegaron a mí. La primera era que una “muchachita” de tan poca edad pudiera ayudar a un hombre de 50 años con un problema de este tipo….decidí probar.

 

En esa primera cita, logré poner en una real dimensión mi problema, así como aprender que no debo juzgar a las personas con la primera impresión. A partir de ese día, tuvimos durante dos meses dos sesiones diarias, en donde la Lic. López tomo mi caso y como una naranja exprimió todos los miedos, tomando incluso episodios dolorosos que había bloqueado, para poco a poco empezar a tomar mi experiencia en su justa medida.

 

El CIC se convirtió en parte medular de mí día a día y me propuse lograr que todo el esfuerzo de una organización, que se preocupa por TI sin esperar nada a cambio, rindiera frutos. Dos meses más llevamos el caso con una visita semanal y desde hoy, ya dado de alta por parte del CIC, llevaré una cita mensual para seguir platicando temas referentes a mi evolución psicológica.

 

Gracias al apoyo del CIC, poco a poco he retomado mi vida anterior, dejé de asumir la posición de víctima y permití a mis hijos volver a tener una vida normal, libre de exceso de precauciones y temores. Retome mi vida laboral, deje de ser un hombre que trabajaba 12 horas al día metido en casa y volví a ser parte importante en negociaciones dentro y fuera de la ciudad, estado, e incluso del país.

 

Hoy a más de un año y medio del incidente, después de ser parte de una “ruleta” por parte de unos delincuentes, que marcó mi vida para siempre, puedo decir que encontrarme a mi amigo aquella tarde marco el inicio de mi nueva vida, la cual el CIC me preparó de manera profesional, pausada y sobre todo de forma muy humana, para retomarla por completo.

 

Hoy, aquella pesadilla se convirtió en “el evento”. Gracias CIC por regresar el YO que había sepultado bajo mis miedo”.

 

- Genaro

 

 

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